viernes, 30 de noviembre de 2012

Los sueños, sueños son.



Existes en cuanto eres pasado. Esta sentencia es el encabezado de una crítica de la novela del mexicano Tovar y de Teresa intitulada Paraíso es tu memoria, cuyos personajes viven encarcelados en la imposibilidad del cambio, en la inercia del laisere faire, laisser passé, en tanto la realidad no los obligue a abandonar esa mirada fija en un tiempo que ya no existe, sino como esperanza de regresar a él, sin más futuro que vivir día a día irremediablemente signado por la presencia del pasado en una atmósfera cerrada.

Nuestros sueños, sueños son, como todo mundo sabía antes de que apareciera Sigmund Freud en escena. Ahora se dice que a una persona se la conoce más por sus preguntas que por sus respuestas, y que por sus preguntas sin respuesta se conocen sus años vividos. Esto nos conduce a sospechar que tenemos vocación al misterio, no falta quien nos asegure que nacemos con el gen de la necesidad de misterio. Un recurso muy socorrido para elucidar la verdad sospechosa que asuela al hombre, es el concepto de paraíso, desde los Paraísos Artificiales del opio y el hachís del francés inmortal Baudelaire, hasta la respuesta de la española Santa Teresa de Ávila:

Si para estar ahora enamorada,
Fue menester haber estado herida
Tengo por bien sufrido lo sufrido,
Tengo por bien llorado lo llorado,
Porque después de todo he comprendido
Que no se goza bien lo gozado
Sino después de haberlo padecido,
Porque después de todo he comprobado
Que lo que tiene el árbol de florido
Vive de lo que tiene sepultado.

Talento huidizo que se me escabulle, falta de luces para traducir en palabras otros paraísos a los que me han transportado un aroma, una visión, un recuerdo, un sabor, una melodía que me han incendiado en su fuego fatuo en ese momento que nunca volverá, sino como añoranza en la trastienda de mi mente con nuevos sueños cada día. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario