Hace unos cincuenta años México se enfrentaba a un
problema mayúsculo: la mayoría de su población era menor de edad. Hoy el
problema nacional es la sobrepoblación de ancianos, en contraste con el número de
nacimientos a la baja. Los estudios demográficos predicen que México se enfila
hacia un problema muy serio en términos económicos y humanos para el año 2050,
por un alza persistente de la población senil improductiva, sin adultos que los
cuiden ni niños que los apapachen.
Entre el problema demográfico actual y su antecesor
diametralmente opuesto, se sucedieron una serie de acontecimientos inéditos. La
humanidad siempre se ha enfrentado a nuevas transformaciones de diversos órdenes,
afortunadamente; por eso estamos aquí ahora. A diferencia de los irracionales
que necesitan adaptarse a su entorno para sobrevivir, el ser racional del reino
animal ha adaptado su entorno a sus necesidades. Es la inconformidad nata
siempre insatisfecha en el humano, tal cual lo ordenan las leyes inapelables de
la Madre Naturaleza, por lo que el panorama terrestre ha sido modificado como
lo conocemos hoy día. La gran diferencia ahora consiste en que, debido a la
rapidez con la que se han precipitado en cascada los avances científicos y
tecnológicos, desde mediados del siglo XX las sociedades, una y otra vez,
vuelven a ser tomadas por sorpresa. Los reacomodos socioculturales llevan otro
paso.
Hace 50 años la mortandad infantil se redujo
sensiblemente para éxito espectacular de los avances en medicina. En las
escuelas se vacunaba a los alumnos contra la viruela por cuenta del Estado, y
en su casa eran atendidos por su médico de cabecera con los recientes
descubrimientos de los antibióticos y antivíricos para abatir enfermedades
históricamente mortales, como la tifoidea, la pulmonía, la tuberculosis.
Convertida en problema la sobrepoblación infantil, el Estado se empeñó en
campañas de "programación familiar". La nación mayoritariamente
católica puso el grito en el cielo. Con la aparición de "La Píldora",
el anticonceptivo infalible para evitarle a la mujer embarazos no deseados, sin
la aprobación del Vaticano la campaña estatal ganó terreno. Los dispositivos
permanentes implantados por el ginecólogo a la mujer que deseaba
"programar" su familia, con o sin el consentimiento de su pareja,
reforzaron el éxito del objetivo del Estado.
Así las cosas, con rapidez inusitada se sucedieron
avances científicos y tecnológicos hasta la llegada del nuevo milenio, rebasando
la imaginación más desbordada de la ciencia ficción antigua y reciente. Los
terrícolas apenas se reponían de un azoro, cuando volvían a quedarse
boquiabiertos sin un marco de referencia al cual recurrir en toda la historia.
Los contemporáneos a la era atómica, oficialmente inaugurada con Hiroshima y
Nagasaki, vieron por su televisor doméstico la llegada del hombre a la luna
rebasando las profecías de Julio Verne. El doctor Barnard que había
trasplantado con éxito el corazón de un humano a otro, abrió el nuevo mundo de
los trasplantes de órganos humanos. El término de la prolongación de la vida
llegó a depender del switch eléctrico del pulmón de acero. Todo estaba de
perlas, hasta que los terrícolas descubrieron que el SIDA no era privilegio de
Rock Hudson. No por ello reculó la "liberación femenina" y la
"liberación gay" desencadenadas desde el sacudimiento cultural de la psicodelia. Pasaron de moda los
contubernios en la trasbotica entre el cliente y boticario quien, como el
sacerdote, escuchaba en voz baja la confesión de su cliente sonrojado que
quería comprar un condón. Junto con las aspirinas y los remedios para callos ya
se exponían en los anaqueles de las farmacias las diversas marcas de preservativos,
eficaz preventivo contra el VIH.
Actualmente, si algún adulto despistado desea
informarse sobre actividad sexual segura, con confianza puede recurrir a una
niña de 14 años de cualquier estrato social, edad en la que la actividad sexual
comienza, según censos oficiales. Con todo y la revolución del Viagra, para
sustituir a prueba de errores la mandrágora y otros afrodisíacos naturales de
efectos erráticos utilizados por los Casanova decrépitos, ya nacen pocos niños
en México. Ahora resulta que el problema es la natalidad controlada en esta era
de la mundialización, con hombres y mujeres que tienen otras prioridades a la
de ser padres y se cuidan escrupulosamente contra el SIDA. Hoy por hoy, existe
una proporción en desventaja de mexicanos productivos, comparativamente a la
población senil improductiva. La prolongación de la vida ya llegó, ya está aquí
y otra vez la sociedad se quedó a la zaga. Como nunca antes, los albergues para
ancianos han proliferado, las instituciones privadas son negocios más que
redituables, los asilos de asistencia pública están sobre poblados.
Yo no aceptaría la chamba de profeta para el 2050. Las
investigaciones del genoma humano prometen prolongarle la vida al bisabuelo
interesado en hacerle la competencia a Matusalén, nadie tiene la más vaga idea
de cuál rumbo tomarán los experimentos irracionales al respecto fuera del
control médico, estatal y religioso. Prefiero seguir compartiendo sueños con mi
nieta sobre las posibilidades de los viajes interespaciales para turistas. Si
lográsemos las dos agarradas de la mano romper la barrera del tiempo, en un
santiamén regresaríamos al planeta tierra y todos los terrícolas que conocemos
tendrían 100 años más que nosotros, mínimo. Los profetas de mi tierra quedan
cordialmente invitados a departir en este festín onírico sin límites en la era
de la globalización, con oportunidad de
evadirse del problema demográfico con sus alzas y bajas fluctuando cada
sexenio, no se diga en ocho hasta el 2050.

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