jueves, 7 de marzo de 2013

Realismo Mágico Extemporáneo


La narración sistemática en orden cronológico de los acontecimientos pasados verdaderos se toma por historia. También es historia la relación de los sucesos públicos y políticos de los pueblos, o los hechos y manifestaciones de la actividad humana de cualquier otra clase. Con igual valor la voz historia significa la obra compuesta por un escritor, una fábula, cuento o narración inventada, un chisme o enredo.

Los pueblos han transmitido su historia verdadera abarcando el amplio sentido literal multívoco del vocablo. El sagaz consejero real  Tlacaélel reformó el orden político, social y económico de los aztecas y modificó su historia como tribu perseguida (1428 d.C.), al numen Huitzilopoxtli que los guió en su peregrinar hasta su establecimiento en Tenochtitlan lo elevó al mismo plano del dios de la sabiduría Quetzalcóatl de los aristócratas toltecas y, desde entonces, la vida del Sol-Huitzilopoxtli debía mantenerse con el agua preciosa de la sangre de los sacrificios humanos [León Portilla, 2000], la ofrenda más preciada era el corazón del guerrero. El poeta ciego Homero (900 a.C.), autor de la La Ilíada y La Odisea basadas en crónicas transmitidas oralmente durante 400 años, recitó de pueblo en pueblo la mítica Guerra de Troya por el rapto del rey Paris a Helena, esposa del rey Menelao. Casi un milenio después el poeta latino Virgilio la dio por un hecho e inmortalizó en su Eneida al gigantesco Caballo de Troya hecho de madera, que ocultaba en sus entrañas al rey Menelao y sus espartanos, ardid con el que sorprendieran al rey de Troya para rescatar al epítome de la belleza femenina Helena. El Emperador Augusto encargó a Tito Livio escribir la historia de Roma desde su fundación, con puntilloso esmero el escritor latino entregó su tarea imperial de la historia de Roma desde el 753 a.C. hasta el 9 a.C. en 142 libros de las Décadas, para constancia del entusiasmo patriótico del laureado historiador y su carencia de investigación crítica.


Desde que el hombre es hombre ha convivido con la guerra. Las culturas se desarrollaron considerando este aspecto inherente de las sociedades. El enemigo existe, siempre está ahí, ya sea para arrebatarle a otro lo que tiene, o para que no le arrebaten lo suyo. La patria necesita guerreros héroes, si son vencedores, estupendo, si son mártires, mejor todavía. En tal virtud, los guerreros son transmutados en dioses del Olimpo y el pasado fáctico de la patria transformado en épico, a discreción del historiador encargado de formar la conciencia patria de su nación victoriosa o derrotada. El Estado selecciona los segmentos históricos que deben olvidarse oficialmente en el régimen establecido, únicamente 35 tomos del autor Livio han logrado sobrevivir toda suerte de vicisitudes, sabido es que el presente perpetuo convierte a los pueblos en manipulables.

Desde que la guerra es guerra su propio código es interpretado universalmente con precisión meridiana, expuesto fielmente por Maquiavelo (1469-1527): “El fin justifica los medios”. Los expertos en las artes castrenses que nos descifran este código nos desvelan que todos los medios utilizados en la guerra son válidos por infames que sean, si con ellos se obtiene la victoria perpetuamente recordada por la Historia Universal, de los "medios" nadie se acuerda. El florentino autor de El Príncipe exalta al Estado fuerte, y para conseguirlo, el gobernante ha de ser hipócrita, falso e incluso asesino, desentendiéndose de los intereses de sus súbditos. Algunos interpretan que Maquiavelo incluye entre "los medios" al hermano gemelo de la guerra, El Espionaje, siempre agazapado peleando su propia guerra subterránea tendiendo sus redes en la sombra hasta el clímax del heroísmo o la vileza. En tiempos modernos este gemelo salió del clóset con el nombre de Servicio de Inteligencia, la segunda profesión más antigua de la humanidad. "Cosa distinta es amar a la Patria a amar su historia infame", nos podrían decir los italianos del Circo Romano y Los Doce Césares del biógrafo Suetonio.

A la velocidad de la luz los mexicanos podemos explicarnos las inconsistencias patentes de la historia tomada como el pasado verdadero de nuestra patria y sus colosales "olvidos patrios", con sólo echar mano de una maravillosa alternativa "muy nuestra": "México es Mágico". Para unos autóctonos magia significa el arte de hacer cosas extraordinarias, maravillosas, admirables, asombrosas de la competencia exclusiva de los dioses en nuestro Olimpo. Para otros, es un arte de encantamiento, hechizos y sortilegios que practican los iniciados herederos de los profetas de Moctezuma. El "mágico-mexiquense" es espectador estático de su destino ineluctable, en espera que le caigan del cielo las soluciones de sus problemas y los de su país. El único antídoto conocido para contrarrestar esta aflicción es la experiencia fáctica, en sustitución del bebedizo de la experiencia imaginaria. Las piezas faltantes del rompecabezas de la República Mexicana no se encuentran entre las piezas sobrantes del rompecabezas de "México Mágico". En la medida que no le asista la verdad fáctica a nuestra historia patria, no podemos apoderarnos de nuestro pasado que nos pertenece para saber quiénes somos, hacia dónde nos dirigimos en esta era de la mundialización. "Si dejas fuera todos los errores, dejas fuera la verdad", nos asegura el hindú Rabindranath Tagore.

Los relatos históricos verdaderos se consideran virtualmente inexistentes, no obstante, el acervo de documentos recientemente "desclasificados" y la comunicación cibernética traspasando fronteras sin que puedan evitarlo las censuras consabidas, ha desmitificado tótems correligionarios. Con ello no estamos obligados necesariamente a decepcionarnos del Ideal de su causa, si también fuese el nuestro. Raquítico sería nuestro Ideal que no resistiera la confrontación con sus opositores, elaborando su propia sinfonía única con la misma gama de sentimientos utilizada por el resto de la humanidad, a semejanza de la misma escala de notas musicales con las que se ha creado toda la música que conocemos. El éxodo de dioses del Olimpo autóctono pone a nuestro alcance la enseñanza de su experiencia, la sabiduría destilada de sus yerros y aciertos humanos, en los que no se debaten los dioses etéreos, infalibles, invulnerables que no son como nosotros. De tal manera, algunas almas arrojadas a alguno de los 9 niveles del infierno del panteón azteca han sido rescatadas, otras han sido redimidas del infierno ideado por Dante Alighieri en su Divina Comedia que, por coincidencia asombrosa, tenía 9 círculos. Quizá, esta fórmula desmitificadora sea efectiva para dejar de "arrastrar en andrajos nuestro pasado vivo" [Octavio Paz], ya que, al desparecer las causas persisten sus efectos.

Ciertamente la historia del Anáhuac es tan rica, que cualquier capítulo elegido al azar pudiera ocupar la vida entera del interesado en profundizarlo a fondo. Para quienes no pretendemos dedicar nuestra vida cuales eruditos especializados a dragar de la memoria patria los más recónditos recuerdos almacenados, un vistazo a la información ahora liberada del control de los monopolios oficiales consabidos, pudiera significar la diferencia entre seguir ocupando un espacio de México Mágico, o vivir en la República Mexicana. Aquellos quienes buscan respuestas mágicas para la realidad actual mexicana no están invitados a este banquete, tampoco los escépticos subyugados por su ilusión de estar incapacitados para redimensionarse día a día. Exclusivamente son requeridos compatriotas que aman profundamente a México, inconforme con las versiones inaceptables del mítico caballito de Troya autóctono tomado como nuestro pasado genuino. La perla es la producción de la irritación de la concha nácar, los avatares a los que se enfrentaron nuestros antepasados es su inapreciable herencia de la perla de su experiencia. De este tesoro también hemos sido despojados, no solamente por extranjeros de intereses aviesos, sino por oriundos cumpliendo con su deber de despertar el nacionalismo patrio mediante la ejemplar conducta sacralizada de nuestros próceres. Delusivamente transfigurada la condición humana de quienes nos antecedieron se han creado dioses fatuos míticos, que producen fuegos fatuos para trasnochados en los panteones y el desdén por la perla de la enseñanza insustituible de su experiencia y condición humana contradictoria de aciertos y errores, vicios y virtudes, dudas, deslices o traiciones, lo cual, no es la primera panacea inventada en este planeta para que no nos tropecemos con la misma piedra una, y otra, y otra vez más, sino que la sola identificación de la piedra disipa nuestros problemas fantasmagóricos.

La realidad no desaparece con el tiempo, siempre está ahí, es inmune a las quimeras personales y colectivas, más tarde o más temprano nos lanza de nuestro refugio anti-realidad y nos pone de patitas en la calle donde circulan los demás terrícolas. Fue inútil el esfuerzo de la Santa Inquisición de condenar a Galileo Galilei (1564-1642) por el sacrilegio de aseverar que la tierra giraba y no era el centro del universo, en oposición a lo que Dios mandaba interpretado por el Papa Urbano VIII difundido desde el púlpito de las iglesias católicas de todo el mundo. Las revelaciones de Galileo, hoy por hoy, son fundamento de la astrofísica, independientemente de que alguien en este mundo lo niegue, tal como los católicos negaron sus descubrimientos astrales durante los tres siglos que tuvieron prohibido hasta mencionar su nombre. Galileo se desdijo ante sus Inquisidores para salvar su vida, murió profesando su fe católica apostólica y romana y se dice que su última frase fue, e pour si muove, [y sin embargo, se mueve], título de una novela atesorada por la literatura universal.

La Iglesia a lo mejor nos pide perdón un siglo de estos por repetir su error con Galileo al acallar el desfiladero mental colectivo que incidió en la Guerra Cristera (1926-1929), y el Estado Mexicano arrepentido de "olvidarla" por ser "políticamente incorrecta", en un aparente pacto tácito entre ambos. Nuestra realidad presente exige respuestas concretas en sustitución de misterios míticos legendarios del tradicional, maravilloso, único realismo mágico mexicano melancólico, hoy por hoy, extemporáneo para sustituir la realidad presente del ciudadano libre de la República Mexicana. Mañana será otro día, el hermetismo secular de los Top secrets se enfrenta a la apertura de la comunicación mundial sin control y a la habilidad de los hackers que se divierten auscultándolos desde su computadora personal, los antropólogos e historiadores prometen modificar la historia precolombina que conocemos asistiéndose de la tecnología y la ciencia que avanzan prodigiosamente. Mañana veré si habré de restañar nuevamente heridas que me infligen mis ilusiones demolidas al chocar con la realidad develada de mi entrañable Patria, de mi tierra regada y fecundada por mis ascendientes con su sangre, que es la mía, fundidas en el crisol de dos civilizaciones poderosas, la mexicana y la española mutuamente acreedoras y deudoras, como dijera al recibir el premio de Literatura en España el indio oaxaqueño que llegó a pie a la Ciudad de México sin saber castellano, el extraordinario Andrés Henestrosa (1906-2008). Yo no estoy dispuesta a auto-desheredarme de ninguna de las dos para caer en la filosofía del absurdo, "ni india ni española, sino todo lo contrario", o su contraparte más clara, "la india y la española son mutuamente excluyentes". Nuestro santo y seña reconocido por todos los mexicanos SIN EXCEPCIÓN es único en el mundo y no es indio o español, la mentada de madre es mexicana, es mestiza, es inmune a la penetración cultural, a esa hermana menor del gemelo diplomado en la segunda profesión más antigua de la humanidad, ejerciendo ella la primera con un objetivo simple, destruir voluntades ajenas para imponer las propias, o sea la guerra psicológica. Esta empresa podrá llevarla a cabo la hermanita, solamente si no nos adueñamos de nuestro pasado, en sustitución del Realismo Mágico Mexicano, maravilloso y extemporáneo para solucionarnos nuestros problemas reales actuales.


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