El furor por lo
instantáneo es avasallador, sólo lo nuevo es importante, lo importante dura un
instante, a falta de valores consolidados habrá que hacer lo que otros hacen. Al
identificarse este cambio sociocultural a nivel mundial a mediados del siglo XX
fue identificado por una corriente psicológica como "Síndrome de
Recompensa Instantánea".
El síndrome debutó a
raíz de la aparición de "las drogas maravillosas" que se sucedieron
en cascada solucionando los problemas de la humanidad, con sólo garrapatear un
médico su firma en una receta prescribiendo a una persona físicamente sana el
medicamento preciso para la dolencia que le aquejaba. La felicidad prescrita en
su presentación de píldora era entregada inmediatamente al paciente impaciente
por salir corriendo del consultorio a la farmacia más cercana y,
automáticamente, volverse historia su actitud y estado anímico problemáticos,
ya se había descubierto el antídoto preciso para la depresión, el estrés, la psicosis
y paranoia, entre otros azotes prehistóricos. Las "drogas
maravillosas" al tiempo probaron que no eran la solución soñada, el
síndrome llegó para quedarse.
Mi cruzada
particular contra la goma y el borrador del México de Mis Recuerdos se resiste
a desaparecer a manos de su oponente fugaz, instantáneo y de índole adictiva,
al que me cuadra llamarle instantaneitis
crónica. La fast food y el café
instantáneo fueron una primicia del modelo de la respuesta gastronómica a esta
premura colectiva, en adelante la adicción por la prisa se propagó de forma
incontrolable. Los adultos en plenitud haciendo su mejor esfuerzo
por asimilar el último cambio socio cultural sin darle alcance, descubría que
ya estaba en su apogeo el siguiente, así aparece "la píldora"
anticonceptiva que le dio un vuelco a la humanidad desde que la mujer es mujer,
y no muy pronto llegó la venganza
masculina con el Viagra que cambió al hombre desde que es hombre y macho impotente
por añadidura.
Todo marchaba sobre
ruedas cuadradas en México de Mis Recuerdos, cuando la tecnología lo cambió
todo con avances espectaculares de un minuto a otro. El ciberespacio inició la
comunicación íntima al instante entre millones de cibernautas adictos a su PC,
en veces concertando matrimonios entre quienes no saben a qué huele el otro y
cuánto ronca, y en otras los físicos y astrónomos escudriñando el universo y
diciéndonos que somos polvo de estrellas. En este contexto nuestro mexicanísimo
"mañana" es demasiado tarde y México de Mis Recuerdos es una muestra
museográfica.
Sumergida estaba en mis
cavilaciones parsimoniosas sobre mi cruzada contra la instantaneitis crónica, que elimina la plácida contemplación de un
atardecer desde el punto predilecto al que se ha llegado solo sin sentir
soledad esperando a la luna, cuanto Rosita fue a mi casa intempestivamente y llegué
a una conclusión inmediatamente. Esta epifanía doméstica consta de tres actos
veloces:
Primer acto.
Telefonema de Rosita
a la Coco en las Navidades:
Rosita -"¿Vas
a estar en tu casa?"
La Coco -"Sí"
Al momento de colgar
la bocina la Coco agradece a la vida que le haya dado una razón de peso que
termina con su indecisión de aventar al fuego de la chimenea la novela de
Martín Moreno inspirada en sus investigaciones, dice el autor, sobre de Santa
Anna. A la velocidad del rayo la Coco corre a hace café fresco, saca un ponche
navideño del refrigerador, le pone servilletitas coquetas a la charola de
presumir con las copas sacadas de la vitrina, un pastel navideño de frutas
secas rociado con brandy parece ser el complemento oportuno, no hay tiempo que
perder meditándolo, todo tiene que ser rápido, Rosita advirtió que sólo pasaría
un instante, su marido tiene una cita emergente
con el dentista.
Segundo acto:
Rosita, su marido y
su gentil hijo veinteañero llegan a la calle donde vive la Coco, no encuentran la
casa, la nomenclatura se fijó cuando era camino de mulas. La Coco, que más sabe
por vieja que por diabla, presiente este contratiempo porque ya era hora de que
las visitas hubieran tocado el timbre, sale a la calle precariamente alumbrada a
chiflarle como arriero a un automóvil merodeando despacio por la esquina de su
cuadra y, para su sorpresa, no son secuestradores motorizados, sino que es el automóvil
de Rosita con su familia.
Tercer acto:
Terminado el suspense del domicilio correcto, la
familia peregrina entra al escurridizo hogar que se llena con la risa de Rosita,
su marido trae en el semblante su regocijo que le caracteriza más que cara de
dolor de muelas, no viene con ellos Rosi hija, esa beldad de cabellera increíble
cual anuncio de shampoo televisado. Rosita le entrega un regalo navideño a la
Coco que la azora por completo, jamás había recibido un obsequio semejante en
su vida. La Coco recibe encantada el changuito de peluche que repentinamente
cobra vida al apachurrarle la mano izquierda, inmediatamente se suelta cantando
Rock and Roll moviendo la boca parodiando las palabras de la canción que entona
y se contorsiona al ritmo de la copla rocanrolera. Las visitas se despiden tras
apurar apuradamente el ponche navideño y degustar el pastel de frutas en medio
del júbilo común en la celebración instantánea. La Coco se queda cantando y
bailando a dúo con su regalo navideño, "Go baby, go, go, go...", y pronto se le une el coro de su
familia menuda.
Corolario.
La Coco asiste a una
reunión informal de escritoras en un cafetín. Una a una expone descaradamente sus
propósitos para el año que comienza, propósitos a cual mas conceptuoso y
profundo que el changuito también presencia. Al llegarle su turno, la Coco manifiesta
de forma aplastante la síntesis de su propósito fundamental para ese año, le
apachurra la mano al changuito que baila y canta entusiasmado, Go baby, go, go, go sin estancarse
contemplando los cambios que se suceden en cadena a los que jamás les dan alcance
quienes han acumulado demasiada juventud .
Conclusión:
Le doy el SÍ sin reservas al instante que aprisa trae el regocijo que se pierden los que, como yo, dejan para mañana lo que pueden hacer ahora instantáneamente. Le doy mi NO rotundo a la instantaneitis crónica, aflicción amnésica que ataca a la identidad del que vale por lo que tiene ahorita mismo, no por quien es, un ser único e irrepetible en el universo conocido, a reserva de conocerse otros el próximo instante.
Le doy el SÍ sin reservas al instante que aprisa trae el regocijo que se pierden los que, como yo, dejan para mañana lo que pueden hacer ahora instantáneamente. Le doy mi NO rotundo a la instantaneitis crónica, aflicción amnésica que ataca a la identidad del que vale por lo que tiene ahorita mismo, no por quien es, un ser único e irrepetible en el universo conocido, a reserva de conocerse otros el próximo instante.

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