Sostengo
una hipótesis sobre las relaciones humanas. Partiendo de que Platón nos
adelantara su teoría de que la verdad universal no existe, mi planteamiento
hipotético sobre las relaciones humanas, parte de que nada ni nadie puede
intervenir en mi albedrío, verdad platónica comprobada con peras y manzanas a
sus discípulos. En contraste abismal, mi hipótesis no es monedita de oro para
darle gusto a todos, pero tampoco es totalmente gratuita, la acreditan sus
credenciales de experiencia anecdótica acumulada.
Se dice que los caprichosos dioses
del Olimpo eligieron compartir con la raza humana su don divino del albedrío,
para diversión y entretenimiento eternos de la audiencia olímpica. Los dioses que
no quisieron poner en orden total el caos original, compensaron esta omisión con
un sexto sentido otorgado a las relaciones humanas con perfume de mujer. En tal
virtud, pueden observar desde el Olimpo una obra de suspense totalmente impredecible nunca jamás, y representada por
actores sin libreto que no nacen para vivir solo en una isla, sino para
sobrevivir en una sociedad.
Unos tienen una disposición notable
para relacionarse con los demás, otros parecen no tener ni la más vaga idea de
lo que se trata eso, unos nacen simpáticos y otros antipáticos, ni modo, la
madre naturaleza aún tiene el monopolio de la lotería genética, a reserva de
que se cumpla la profecía de la ingeniería genética y en un futuro logre
moldear la condición humana a capricho. Conocemos de los demás sólo su conducta
manifiesta y aquello que quieran decirnos sobre lo que piensan, debido a esta
circunstancia podemos convivir toda la vida con alguien sin llegar a conocerle
verdaderamente. Todas las relaciones humanas son una aventura, nadie ha logrado
despejar la incógnita de este nudo gordiano, solamente unos adelantan hipótesis
que otros tiran a la basura más rápidamente que aprisa.
A diferencia de los seres
irracionales que tienen que adaptarse a su entono para sobrevivir, el ser humano
ha adaptado su entorno a sus necesidades. Ellos y ellas son inconformes por
naturaleza, tan pronto como adquieren aquello que deseaban, anhelan otras
cosas, gracias a ello el panorama terrestre está conformado tal como lo
conocemos. Pero, el homo sapiens no
es el ser racional de la creación debido a las maravillas que pueda crear, sino
por su capacidad de poder anteponer su intelecto a sus emociones, a diferencia
de los seres irracionales que conforman el resto del reino animal regidos por
su instinto. La capacidad exclusiva del ser racional, no obstante, al pasar por
el filtro de su albedrío inconmutable, puede invertir el orden de los factores,
de tal suerte, las emociones del ser racional determinan sus acciones, en otras
palabras, se convierte en irracional por motu
propio.
Y eso no es todo, las referencias a
“la conducta del hombre” no han tomado en cuenta las particularidades del “sexo
débil”, por las que su conducta impredecible puede elevarse al cubo. En el
principio de incertidumbre, al que Einstein se opuso aseverando que el universo
no puede estar gobernado por el azar como si Dios jugara a los dados, se basan
la tecnología, la química y la biología modernas, un ejemplo espectacular de
que, “al mejor cazador se le va la liebre”. Este principio de incertidumbre
aplicado a la conducta femenina para establecer probabilidades de acierto
dentro de un determinado marco de referencia inestable, no es un fenómeno digno
de fiar en cuanto al instinto femenino toca, llamado pulsión porque pasa por el
filtro de su raciocinio, y a mí me cuadra someterlo a mi hipótesis del
"sexto sentido" privativo de las mujeres.
Por ahí se dice que ellas son más
inteligentes que ellos, hasta que dejan de ser niñas, entonces la joven
debutante se asusta de un ratón y se sube a un banco emitiendo chillidos de
ratón, no obstante, su sexto sentido le avisa anticipadamente de un peligro
real y la prepara para enfrentarlo, atacarlo o huir a tiempo. Con el feminismo
y la píldora anticonceptiva algunas cosas cambiaron. El spleen de las damas jóvenes recostadas en un diván como recurso
femenino para controlar el dominio masculino, tan popular en las novelas de los
clásicos franceses del siglo 19, abdicó en favor del feminismo expresado en su
versión machista a la inversa, así, las primeras camadas de hombres golpeados
por su mujer aparecieron en las delegaciones y hospitales, con el consiguiente
aplauso de otras feministas que tampoco se embarazan, a no ser que así lo
desearan y cuando lo desearan. A pesar de la embestida del feminismo, que tiene
mucho camino por andar a contracorriente de tradiciones arraigadas desde que la
historia es historia, predomina el dominio del "sexo fuerte", ahora
potente gracias al Viagra.
Ante la hipotética verdad que cada
uno de nosotros somos un ser irrepetible en el universo, es un hecho que el
"sexo débil" tiene la exclusividad de ciertas conductas. Lo que ellas
dicen durante su síndrome premenstrual, puede ser el polo opuesto a lo que
manifiestan unos días después. El síndrome post-natal no pueden explicárselo ni
a su madre que las consuela de su melancolía con chocolates. No se puede decir
que padece depresión, solamente porque no se escarmena ni para sacarse los
piojos antes de que llegue su marido a su sacrosanto hogar, la piojosa puede
transformarse instantáneamente en princesa para ir a tomar té con
pastas con las amigas. Si su menopausia hace acto de presencia, más le valía a
su familia adquirir la bola de cristal de la cartomanciana que los esquilma
prediciendo el futuro inestable de todos.
En este mundo donde hay más mujeres
que hombres, lógicamente la ley de la oferta y la demanda entra en juego, y como
dice la sentencia gitana, “entre mujeres te veas”. La requerida en amores puede
provocar la envida cerval de otras. Si la hermana menor se casa antes que la
mayor, todo puede suceder, desde someterse la mayor a una dieta crash, para que no le digan los
invitados a la rumbosa boda que se quedó a vestir santos por gorda, hasta irse
a vivir a una covacha con un músico de banda que la aporrea más que a su
guitarra eléctrica. A la rica que se casa con un pobretón, sus íntimas le
preguntan dónde tenía la cabeza cuando juró vivir toda la vida junto a un
zángano quien, dicho sea da paso, se lo peleaban todas las preguntonas. A la pobretona
que se casa con rico, una confidente que la “quiere de verdad” le revela los
éxtasis que nunca conocerá de un matrimonio por amor. La mujer casada con un
fracasado irredento, ella se lo buscó, porque “detrás de un gran hombre hay una
gran mujer”. Al divorciarse, ella es una “fracasada” para
sus antiguas amistades y su exmarido, él sólo es un “incomprendido” que se
tropieza con una diligente que sí lo comprende, aunque no gratuitamente. La
“fracasada” debe encontrarse a otra a quién quitarle su “incomprendido”, pero
que a su quiebra emocional e intelectual no se sume la quiebra económica. A la
casada autosuficiente, la suegra se la come cruda porque no sabe ser “muy
mujer”, como aquellas que sí atienden a su marido y su casa con delantalcito
puesto. Pero, si el marido mantiene a su madre, todas las cenas son de negros,
aún sin la suegra de testigo presencial.
El empresario compite con otros
empresarios, o se asocia con alguien y a veces se frecuentan socialmente en
compañía de sus esposas. La empresaria compite con otros empresarios, o se
asocia con alguien y compite ferozmente con la esposas de todos ellos, si por
su mala suerte las conoce. En las cenas hogareñas para agasajar al jefe del
señor de la casa, toda la familia se desvive para que el agasajado esté
contento y satisfecho del menú preparado con esmero y el perro le mueve la
cola. En las reuniones para agasajar a la jefa del señor de la casa, la
conversación gira alrededor de la pericia de la anfitriona para preparar el menú,
ama de casa perfecta que ha sacrificado todo para la buena crianza de los
hijos, porque, “si las cosas están primero que las personas, algo anda mal”, y
el perro le ladra. Si es soltera, despierta suspicacias su orientación sexual,
si es fea, por eso se dedica a los negocios, si es preciosa, arregla los
contratos bajo las sábanas, y la madre del anfitrión y su esposa por única vez
en su vida están de acuerdo: la jefa hace decisiones ováricas para la empresa y
se viste re feo.
En contraste, las hay muy sinceras
que dicen no interesarles compartir con su amante el sentimiento mezquino del
amor, sino el de la pasión incomparable del odio. La actriz que envidia a la
luminaria en la cúspide de la fama, el fracaso de ésta no le sirve a la
envidiosa que desea que se muera.
Aclarado lo anterior, sumado a la larga lista que cada quien tendrá de su propio peculio y que también omitió André Malraux en su imperecedera La Condición Humana, es un hecho que, la aventura de la relación establecida entre un grupo de mujeres que se reúnen por gusto con un propósito común, no puede sustituirse con nada. Este ambiente es incomparable, ya sea que las reúna el deporte, la ciencia, las artes, su profesión, una labor social, el ocio, o la cantina. Con el principio de incertidumbre a su máxima expresión, nada es predecible, su ingenio se aguza, cuando no se desborda de forma brutal, las confidencias chuscas sin moralejas brotan espontáneamente. En ausencia de su rivalidad arraigada de acaparar la atención del representante del sexo opuesto, este dinamismo ocioso puede tomar otros cauces, como la picaresca picante. En el escenario sin padres, hijos, esposos y demás espectadores de la familia, pierde su razón de ser la interpretación del papel doméstico de “víctima” o “verdugo”. En caso de que alguna verdaderamente pase un mal momento, muy probablemente, encontrará quien pueda comprenderla entre aquellas con quienes ha compartido veladas divertidísimas, lo mismo que chascos y frustraciones. Aún cuando la buena voluntad no predomine en ocasiones, la hipocresía es fácilmente detectada por las más expertas entre los expertos, así que, por eliminación, con frecuencia surgen opiniones genuinas. La crítica es aguda y difícilmente puede ser más mordaz, pero, cuando alguna hace un halago a otra, muy posiblemente es sincero.
Cierto, en la mujer no desaparece por
arte de magia su predisposición a la insidia y la crítica nada más por haberse
integrado a alguna “palomilla” femenina. Pero, también es cierto que en grupos
de mujeres de todas edades puede cobrar tal fuerza su ímpetu colectivo,
mientras perdure su impredecible afán por reunirse, que trasciende la pequeñez
de la condición humana voluble, vulnerable y que no se cansa de repetir sus
mismos errores. Por tales artes, nada hay más divertido, enriquecedor y hasta
productivo que las reuniones de mujeres disfrutando su mutua compañía en pleno
uso de su sexto sentido desconocido por el sexo opuesto, para sustento de mi
teoría sobre las relaciones humanas femeninas que, de cabo a rabo, son un
misterio inextricable encantador, para desencanto de las teorías que precisan
con exactitud los paradigmas de las relaciones humanas con perfume de mujer.
elenaespinosa29@gmail.com




Jjajajajajajajajaja, escupí el agua de la risa.
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