viernes, 26 de octubre de 2012

Muchachitos...



Las leyendas mexicanas siempre han ejercido sobre mí un embrujo. Me apasionan. Quizá mi adicción comenzó con aquellas leyendas de espantos y aparecidos narradas a los niños que así ejercitaban su imaginación, antes de que la televisión impusiera la cultura de imágenes. El inconsciente colectivo de los pueblos es producto de las experiencias de sus antepasados, nos dijo el psicoanalítico místico Karl Jung. Yo le creo a pie juntillas a Jung, no obstante los bombardeos de cultura extraña digerida en imágenes a la que nos sometemos apoltronados frente al aparato televisor, cual versión hogareña del Chac-Mool de piedra.

Pancho Villa se encuentra entre los personajes más favorecidos por nuestras leyendas más pintorescas. Con sus anécdotas elegidas al azar pueden hacerse novelas, como de hecho ha acontecido. Hollywood se interesó por el insurrecto Villa en acción, a tal grado, que la “Mutual Film Corporation” lo convirtió en estrella cinematográfica (enero 10 y marzo 22, 1914). Pero dicho incidente menor no me ocupa hoy, sino su encuentro con Zapata y la sabrosa leyenda inspirada en este acontecimiento verídico.

En el Pacto de Xochimilco firmado por Villa y Zapata el Centauro aceptó el Plan de Ayala (diciembre 4, 1914). Zapata agasajó a su invitado con un banquete especialmente elaborado en su honor. Los tamales de frijol ofrecidos en el convivio le gustaron tanto a Villa, que Zapata le regaló a su invitado un molino para nixtamal, un cargamento de chiles variados, hierbas de olor y lo introdujo con Manuelito, el tamalero del Ejército Libertador del Sur.

En adelante, Manuelito siempre iba a donde Villa se movilizara. Trascendió la debilidad del Centauro por los tamales. Esta nueva afición del revolucionario mujeriego adquirió tintes de leyenda, que no hace mal papel entre sus otras pasiones legendarias, incluso, su especialmente destacada afición por la capea. Se dice que el Centauro en receso, entre batalla y batalla, gustaba de hacer torear al alimón a los Dorados acantonados antes de sacrificar a los novillos para el rancho de la tropa.

La cocina gourmet novohispana no estaba difundida en el norte. La dieta de los Dorados en campaña se resolvía poniendo trozos de carne en el asador, en una mala tarde podía ser carne tatemada de caballo, chivo, mula o mejor ni preguntar. Este régimen alimenticio dio un vuelco radical para el Centauro después de haberse banqueteado en Xochimilco. Manuelito diariamente elaboraba distintas clases de tamales envueltos en hoja de elote. No obstante, junto con el abastecimiento de armas Villa se abastecía de tamales regionales enriquecidos con las especias y condimentos introducidos por los españoles. La red villista de ambos abastos se extendía desde el Bajío hasta el Sureste, se dice.

Los extra condimentados tamales envueltos en hoja de plátano remitidos de Comitán, Chis., le causaron desconfianza a Villa y los rechazó comentando, “... están más perfumaditos que Obregón!”. En ocasión de la visita a Villa del representante de Francia, a éste  se le ocurrió sugerirle a su anfitrión bañar los tamales de dulce hechos por Manuelito con el coñac que le había traído de obsequio, el francés descubrió demasiado tarde que Villa era abstemio. Estando en Salamanca le fue enviado al Centauro un nacatamal potosino de 20 kgs., en este banquete departieron los cónsules de Francia, Gran Bretaña, Alemania y EUA resultando la velada satisfactoria... para el anfitrión. En esos días el Centauro envió una misiva en clave a un destacamento que se encontraba en el Bajío pidiendo refuerzos para su previsto ataque a Celaya. El general Benjamín Hill, segundo del General Invicto Álvaro Obregón, interceptó el mensaje imposible de descifrarse, excepto la solicitud de corundas sin código secreto. Como estos tamales diminutos son de Morelia, Hill pudo deducir fácilmente la ruta de donde provendrían los refuerzos. Obregón adelantó su tropa entre Guanajuato y Michoacán, Villa nunca recibió este refuerzo. No obstante, con voz de trueno el Centauro dijo a sus Dorados, “Muchachitos, antes de parpadear la tarde entraremos a Celaya a sangre y fuego".

Villa avanzó desde Salamanca con tres columnas (abril 6, 1915). En el lindero oeste de Celaya se generalizó la batalla, el tiroteo cruzado duró el resto del día y toda la noche. Ante la embestida de la caballería que Obregón había ocultado previamente en un bosque, los Dorados severamente diezmados se retiraron en desbandada. En los siguientes días ambos caudillos recibieron refuerzos. Los Dorados volvieron a atacar buscando alrededor de Celaya algún punto débil en la defensa (abril 13). Obregón ordenó la contraofensiva cuando el enemigo llevaba 36 horas de fatigosa e inútil lucha (abril 15). Acometió la caballería por los flancos y la retaguardia, y, con Obregón al frente, la infantería atacó por todos los rumbos. La persecución de los villistas duró hasta el anochecer con pérdidas para éstos de 4 mil muertos, 6 mil prisioneros, mil caballos ensillados y toda su artillería. El Centauro no pudo asistir a su cita con el destino en esta contraofensiva de Obregón, por aquejarle una severa crisis estomacal a raíz de haber degustado una ración inmensa de tamales de frijol enviados de Xochimilco, se dice.

Obregón fue a Santa Ana del Conde desde donde se domina todo el valle. Se cuenta que estaba discutiendo con sus generales el próximo ataque a Villa, cuando una columna villista en sus últimos coletazos disparó contra el grupo. En realidad, un fragmente de granada le cercenó a Obregón el brazo derecho (junio 3, 1915). Al momento fue llevado a Trinidad para su atención quirúrgica a cargo del coronel Uribe, el General Benjamín Hill y otros quedaron al mando del Ejército de Operaciones. El cocinero Manuelito quiso agradar a su jefe, envolvió un dedo humano en el tamal que le sirvió al Centauro, éste mandó fusilarlo de inmediato, también se dice.

A los dos días de la mutilación de Obregón los Dorados atacaron por tres frentes, ocuparon la ciudad de León. El Manco de Celaya llegó a esta plaza a los diez días de haber sufrido el percance (junio 13, 1915). Las actividades de los villistas dispersos y la vertiginosa incursión de Roberto Fierro al centro del país habían dejado aislados y sin víveres ni pertrechos a los constitucionalistas. Obregón reasumió el mando del Ejército de Operaciones (julio 6) y avanzó al norte en implacable persecución de Villa. Tomó la ciudad de Aguascalientes (julio 10), dominio de Villa. Con el considerable botín de guerra Obregón logró reabastecer a su ejército. Esta acción terminó con el grueso de las fuerzas de la División del Norte, en lo sucesivo la lucha del Centauro fue fragmentaria para iniciarse otra etapa legendaria del Centauro y sus "muchachitos", verdaderamente.

elenaespinosa29@gmail.com

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