lunes, 24 de diciembre de 2012

Un Instante

      
El furor por lo instantáneo es avasallador, sólo lo nuevo es importante, lo importante dura un instante, a falta de valores consolidados habrá que hacer lo que otros hacen. Al identificarse este cambio sociocultural a nivel mundial a mediados del siglo XX fue identificado por una corriente psicológica como "Síndrome de Recompensa Instantánea".

El síndrome debutó a raíz de la aparición de "las drogas maravillosas" que se sucedieron en cascada solucionando los problemas de la humanidad, con sólo garrapatear un médico su firma en una receta prescribiendo a una persona físicamente sana el medicamento preciso para la dolencia que le aquejaba. La felicidad prescrita en su presentación de píldora era entregada inmediatamente al paciente impaciente por salir corriendo del consultorio a la farmacia más cercana y, automáticamente, volverse historia su actitud y estado anímico problemáticos, ya se había descubierto el antídoto preciso para la depresión, el estrés, la psicosis y paranoia, entre otros azotes prehistóricos. Las "drogas maravillosas" al tiempo probaron que no eran la solución soñada, el síndrome llegó para quedarse.

Mi cruzada particular contra la goma y el borrador del México de Mis Recuerdos se resiste a desaparecer a manos de su oponente fugaz, instantáneo y de índole adictiva, al que me cuadra llamarle instantaneitis crónica. La fast food y el café instantáneo fueron una primicia del modelo de la respuesta gastronómica a esta premura colectiva, en adelante la adicción por la prisa se propagó de forma incontrolable. Los adultos en plenitud haciendo su mejor esfuerzo por asimilar el último cambio socio cultural sin darle alcance, descubría que ya estaba en su apogeo el siguiente, así aparece "la píldora" anticonceptiva que le dio un vuelco a la humanidad desde que la mujer es mujer, y no muy pronto llegó  la venganza masculina con el Viagra que cambió al hombre desde que es hombre y macho impotente por añadidura.

Todo marchaba sobre ruedas cuadradas en México de Mis Recuerdos, cuando la tecnología lo cambió todo con avances espectaculares de un minuto a otro. El ciberespacio inició la comunicación íntima al instante entre millones de cibernautas adictos a su PC, en veces concertando matrimonios entre quienes no saben a qué huele el otro y cuánto ronca, y en otras los físicos y astrónomos escudriñando el universo y diciéndonos que somos polvo de estrellas. En este contexto nuestro mexicanísimo "mañana" es demasiado tarde y México de Mis Recuerdos es una muestra museográfica.

Sumergida estaba en mis cavilaciones parsimoniosas sobre mi cruzada contra la instantaneitis crónica, que elimina la plácida contemplación de un atardecer desde el punto predilecto al que se ha llegado solo sin sentir soledad esperando a la luna, cuanto Rosita fue a mi casa intempestivamente y llegué a una conclusión inmediatamente. Esta epifanía doméstica consta de tres actos veloces:

Primer acto.

Telefonema de Rosita a la Coco en las Navidades:

Rosita -"¿Vas a estar en tu casa?"

La Coco -"Sí"

Al momento de colgar la bocina la Coco agradece a la vida que le haya dado una razón de peso que termina con su indecisión de aventar al fuego de la chimenea la novela de Martín Moreno inspirada en sus investigaciones, dice el autor, sobre de Santa Anna. A la velocidad del rayo la Coco corre a hace café fresco, saca un ponche navideño del refrigerador, le pone servilletitas coquetas a la charola de presumir con las copas sacadas de la vitrina, un pastel navideño de frutas secas rociado con brandy parece ser el complemento oportuno, no hay tiempo que perder meditándolo, todo tiene que ser rápido, Rosita advirtió que sólo pasaría un instante,  su marido tiene una cita emergente con el dentista.

Segundo acto:

Rosita, su marido y su gentil hijo veinteañero llegan a la calle donde vive la Coco, no encuentran la casa, la nomenclatura se fijó cuando era camino de mulas. La Coco, que más sabe por vieja que por diabla, presiente este contratiempo porque ya era hora de que las visitas hubieran tocado el timbre, sale a la calle precariamente alumbrada a chiflarle como arriero a un automóvil merodeando despacio por la esquina de su cuadra y, para su sorpresa, no son secuestradores motorizados, sino que es el automóvil de Rosita con su familia.

Tercer acto:

Terminado el suspense del domicilio correcto, la familia peregrina entra al escurridizo hogar que se llena con la risa de Rosita, su marido trae en el semblante su regocijo que le caracteriza más que cara de dolor de muelas, no viene con ellos Rosi hija, esa beldad de cabellera increíble cual anuncio de shampoo televisado. Rosita le entrega un regalo navideño a la Coco que la azora por completo, jamás había recibido un obsequio semejante en su vida. La Coco recibe encantada el changuito de peluche que repentinamente cobra vida al apachurrarle la mano izquierda, inmediatamente se suelta cantando Rock and Roll moviendo la boca parodiando las palabras de la canción que entona y se contorsiona al ritmo de la copla rocanrolera. Las visitas se despiden tras apurar apuradamente el ponche navideño y degustar el pastel de frutas en medio del júbilo común en la celebración instantánea. La Coco se queda cantando y bailando a dúo con su regalo navideño, "Go baby, go, go, go...", y pronto se le une el coro de su familia menuda.

Corolario.

La Coco asiste a una reunión informal de escritoras en un cafetín. Una a una expone descaradamente sus propósitos para el año que comienza, propósitos a cual mas conceptuoso y profundo que el changuito también presencia. Al llegarle su turno, la Coco manifiesta de forma aplastante la síntesis de su propósito fundamental para ese año, le apachurra la mano al changuito que baila y canta entusiasmado, Go baby, go, go, go sin estancarse contemplando los cambios que se suceden  en cadena a los que jamás les dan alcance quienes han acumulado demasiada juventud .

Conclusión:

Le doy el SÍ sin reservas al instante que aprisa trae el regocijo que se pierden los que, como yo, dejan para mañana lo que pueden hacer ahora instantáneamente. Le doy mi NO rotundo a la instantaneitis crónica, aflicción amnésica que ataca a la identidad del que vale por lo que tiene ahorita mismo, no por quien es, un ser único e irrepetible en el universo conocido, a reserva de conocerse otros el próximo instante. 

martes, 18 de diciembre de 2012

A propósito de Eros-Tanatos


Había una vez una película francesa intitulada La Tragedia de Mayerling (1936). El Archiduque Rodolfo (Charles Boyer), heredero al trono de Austria, antes de suicidarse dio y tomó en matar de un balazo a su amante, la baronesa Vetsera (Danielle Darrieux) dormida en regio tálamo con almohadones de seda, testigos mudos de su último encuentro pasional según se adivinara por uno de sus senos descubiertos. No era para menos, el crimen histórico por razones de estado ocurrido en 1859 en el castillo de caza del Archiduque en la aldea Mayerling en los bosques de Viena, no vendería un boleto de taquilla alguna, entonces se pensó en las posibilidades de la historia con sólo modificar la motivación verdadera en una versión atrevida con artistas que apuntaban hacia su consagración internacional. La mancuerna Eros-Tanatos daba sus primeros pasos dirigidos a una incipiente audiencia en vías de convertirse en cinéfila.

Algunas corrientes de pensamiento de los estudiosos de la conducta humana nos dicen que el aflujo de la ambición de poder es más fuerte en el hombre que su sexualidad, los opositores de esta corriente asumen que nada es más poderoso en el hombre que el acto sexual humano enfrentado a la muerte, como quien dice una cópula Eros-Tanatos. Ambas hipótesis son consideradas líricas en tanto no sean probadas, comprobadas y aprobadas por la ciencia, entre tanto, las versiones idealistas en busca de sustento válido adoptan modelos como el de Romeo y Julieta del poeta Shakespeare, o  versiones no idealistas como el modelo de las soldaderas de la Revolución Mexicana que no inventó poeta alguno, ni se ocupó tampoco.

Romeo y Julieta de sangre azul que nacieron en pañales de seda se inmortalizaron como paradigma de la idílica entrega total sin reservas de los adolescentes en proceso de formación y, para los no idealistas que no faltan, Tanatos se materializó en el romance ciego porque a los enamorados les falló su Plan A y también su Plan B.  De haber tenido éxito los aún rozados por sus pañales sedosos se hubieran enfrentado a la realidad del ser amado con barba y las primeras arruguitas de la edad entregandose con reservas, si no distraídos con la telaraña del techo, o mentalmente ausentes en el estira y afloja del reacomodo del paraíso perdido de dos que se convierten en UNO hasta que la muerte los separe. Esta historia clásica de la literatura universal es un cuento para arrullar nenes arropados en su camita, comparativamente a la experiencia de las soldaderas mexicanas enfrentadas a Eros y Tanatos despojadas de romanticismo en su entrega total hasta la muerte si fuese preciso. En un principio unidas a "la bola" por hambre, o por los tradicionales abusos oprobiosos a las mujeres en el ámbito rural, entre otras razones de peso, permanecían sometidas a la experiencia de la guerra espontáneamente. Las mujeres sumadas a "la bola" tenían a su "Juan" que seguían a pie, o en ancas del caballo del encarabinado, o hacinadas en furgones de ferrocarril cual si fuesen ganado acarreando consigo todas sus pertenencias en un itacate y un comal para hacer tortillas, en tanto amamantaban en medio del fuego cruzado al chilpayate que habían parido a campo traviesa envuelto en su rebozo agujereado de bala. Nadie iría tras ellas si claudicaban a su nombramiento extra curricular de soldadera, es fácil aventurar que en las famosa "rieleras" predominaba la mancuerna Eros-Tanatos con una atracción irresistible hacia su Juan que iba y venía de hablarse de tú con la muerte, al igual que ellas. Esta experiencia pasional unida a la muerte en acecho lo describe en tono festivo el corrido revolucionario La Rielera.

Al despuntar el cine mexicano hablado, la "juventud moderna", que se da en cada generación desde que el hombre es hombre, se lanzó en tropel a ver la primera "película hablada" hecha en México intitulada "Santa", basada en la novela que escribió  en 1903 Federico Gamboa con el fondo musical de la canción "Santa" de Agustín Lara dedicada a la non-sancta conocida por este alias. La protagonista (Lupita Tovar) fue piedra de escándalo por interpretar el papel de la pueblerina seducida por un militar (Juan José Martínez Casado), luego atrapada por la dueña del burdel con pianista que no veía pero tentaba (Carlos Orellana), perdidamente enamorado de la protagonista. La estrella es redimida de su indiscriminada actividad noctámbula por famoso matador de toros que desafiaba la muerte en tardes de arena, sangre y sol, a quien no lo cornó toro alguno, sino que la mujer desagradecida y desmotivada de la fórmula Eros-torero  le puso semejante cornamenta con un epílogo apropiado para el machista autor: mató a Santa, la única pecadora que obtuvo su merecida muerte en el escenario de pecadores irredentos y malvivientes. Gamboa (1864-1939) no se curó de su chauvinismo  durante sus andanzas diplomáticas, ni durante su exilio por motivos políticos (1913-23), ni como director de la Academia Mexicana de la Lengua hasta su muerte.

Al despegar nuestra carrera fílmica mexicana  se hicieron algunos intentos siguiendo la ruta marcada por "Santa", "La mujer del puerto" (Andrea Palma) se entregó incondicionalmente por amor, ya decepcionada y abandonada por el que le prometió matrimonio, bajo la luz mortecina de un farol callejero vendía placer, decía ella, más que éxito cinematográfico de 1933 se considera un clásico. Abundan intentos fallidos de trasladar la mancuerna Eros-Tanatos de la sala del psiquiatra a una obra literaria, su buen logro requiere talento, mucho y bastante. Desde luego, en gustos se rompen géneros, pero el estrafalario noble inglés Lord Byron (1788-1824) y el americano sureño William Faulkner (1897-1962), premio Nobel cuya obra pasa de lo sórdido a lo trágico en tierras robadas por EU a México, parecen ajenos y distantes a nuestra sensibilidad.


Salvador Novo (1904-1974), que vivía en la calle que lleva su nombre en Coyoacán, prolífico dramaturgo y director teatral, poeta irónico de ímpetu apasionado y amarga desolación, formaba parte del grupo de poetas conocido como los Contemporáneos, conformado, ente otros, por Xavier Villaurrutia, Jaime Torres Bodet, Julio Jiménez Rueda, Carlos Pellicer y los hermanos Gorostiza José y Celestino, al jovencillo Octavio Paz Jorge Cuesta lo introdujo a este círculo cuya inconmensurable obra poética fue prohibida en México machista al trascender que eran homosexuales. Lord Byron, en cambio, hoy es tenido en Inglaterra como gloria nacional. El mismo que vivía obsesionado con la muerte hasta coleccionar cráneos humanos que adornaban la repisa de su chimenea. Novo, quien propendía a escandalizar a los asistentes de las reuniones sociales a las que él era el invitado de honor luciendo extravagantes accesorios femeninos, en su obra editada post-mortem, La estatua de sal, describe magistralmente las bataholas a los que era adeptos el grupo de Contemporáneos.

Xavier Villaurrutia (1903-1950) eleva al paroxismo del placer a Eros-Tanatos unidos:

 "...la muerte es el hueco que dejas en el lecho ...y es el sudor que moja nuestros muslos que se abrazan y luchan ...y el silencio que cae y te sepulta cuando velo tu sueño y lo interrogo, y sólo, sólo yo sé que la muerte es tu palabra trunca, tus gemidos ásperos ...la muerte es todo eso y más que nos circunda, que nos une y nos separa ... y nos deja con una herida que no sangra ...Entonces, sólo entonces los dos sólo sabemos que no el amor, sino la oscura muerte nos precipita vernos cara a los ojos, y a unirnos y estrecharnos más ...todavía más y cada vez más todavía."

Como la vida es cambio, la extensa obra cimera, inigualable de Villaurrutia que fuera proscrita para la juventud de ayer, pudiera parecerle una ñoñería a la juventud de hoy en vísperas de irse de luna de miel a la luna de verdad, y si a alguno de los lunamieleros casados o en unión libre se le ocurriese evocar a Eros-Tanatos en un pacto suicida, apuesto doble contra sencillo que su pareja no recordaría  la Tragedia de Mayerling con arrobo, sino espetaría, "Houston, Houston, ¿me copias Houston? ¡Eureka!, por fin vuelve la señal... ¿Cuál es tu color de ojos, darling?