viernes, 27 de septiembre de 2013

Lucha Reina.


¿Vas a ir al Grito en el zócalo, o dónde vas a celebrarlo? Le pregunta la abuela por el auricular a su nieto canta-autor, y agrega tras disculparse por no haberlo felicitado anteayer en su cumpleaños  --¿O vas saliendo de gira?

--Uy no... Salgo para Nueva York hasta el miércoles, pero ir al zócalo ni lo pienso, - más rápido que aprisa responde el nieto que estaba a punto de celebrar su natalicio en un restaurante del DF. --El zócalo es de quien lo toma y no estoy contratado para amenizar la toma en turno.

El diálogo transgeneracional termina reiterándose su amor mutuo y su renovada promesa de reunirse próximamente en la casa de la abuela en Cuernavaca, habiendo quedado claro que en el buró de la abuela aún permanece la cajita de música que el canta-autor le regalara por haber escrito de su puño y letra con manguillo y en tinta china la letra de sus canciones tal como aparecieron en su primer disco Bella Época.

Al colgar el auricular la abuela se sumerge en sus recuerdos y cavilaciones, por supuesto, la duda ofende. ¿Qué le pasó a su zócalo donde de niña asistió al Grito? Esta aventura era ajena a la vida metódica de sus papás; la experiencia inusitada se debía a que había sido invitada a permanecer en la casa del matrimonio muy amigo de la familia, el mini-coronel Cortés, a quien la Revolución le había hecho justicia, y a su extra corpulenta esposa güera oxigenada con cinturita de avispa porque nunca se quitó el listón anudado a su cintura, más que bien dispuestos a consentir a la escuincla traviesa que rompía su tediosa convivencia.

Lo tengo claro, nos llegamos al zócalo arbolado en el automóvil La Salle último modelo con un claxon que repetía los primeros acordes de la festiva canción "La Panchita", puesta de moda por Lucha Reyes de voz desgarrada en la época de oro de la reafirmación de la mexicanidad. Aprendí a  hacer el saludo reglamentario a la bandera, el de los civiles en tanto el coronelito hacía el saludo militar, al tiempo que él coreaba el Himno Nacional con la debida solemnidad. Sólo me quedó una duda tras venirse abajo el cielo con los tres gritos "Viva México" de los que llenaban la plancha del zócalo, en respuesta a cada uno de los vivas en voz del Presidente de la República en el balcón de Palacio, nadie quiso decirme quienes eran los hijos de la chingada con lo que el pueblo rubricaba su tercer grito alborozado, rebosante de patriotismo. Este Grito le pertenecía a todos los mexicanos que replicaban esta ceremonia en los pueblos más apartados y en todas las embajadas de México año con año, al tañer de la simbólica campana de Dolores a voluntad del representante del Presidente en turno en el balcón de Palacio con la banda presidencial atravesando su pecho. Esta manifestación de patriotismo festivo se diluyó en la generación de mis nietos, al igual que otras reafirmaciones de la mexicanidad, incluso, la máxima exponente de la música vernácula Lucha Reyes.  

¿Por qué murió Lucha Reyes cuando falleció físicamente? Atribuyo el asalto de esta idea a mis cavilaciones tras mi diálogo telefónico y mi afición de dragar de la memoria de la historia a las mexicanas que cayeron en el olvido inmerecidamente, Sin consultar fuente autorizada alguna, hago la conexión de Lucha Reyes con la Voz de América Latina desde México, exactamente, la radiodifusora XEW en la calle de Ayuntamiento en el Centro del DF inaugurada a principios de los años treinta, que me pertenecía porque entraba a mi alcoba, milagro materializado por obra y gracia de mi radio de cabecera marca Westinghouse. Si Toña la Negra se señoreaba en el océano de las canciones del músico poeta Agustín Lara homenajeado en España sin haberla conocido, Lucha Reyes aprovechó la actitud de la soldadera mexicana echada p'alante hasta convertirse en la máxima exponente de la canción mexicana rasgueando la voz que la singularizó, su interpretación más acabada de su estilo personal fue la canción en la que actuaba como borracha con hipo, "Me llaman la tequilera (hip)… como si fuera de pila (hip)... "La Reina del Mariachi" le imprimió un nuevo estilo a la canción vernácula mexicana romántica, melancólica y festiva, estilo sobradamente imitado y jamás igualado.

La película de Arturo Ripstein, La Reina de la Noche (1994), pinta a una Lucha Reyes frágil. La realidad supera la fantasía y esta ocasión no es la excepción. Aún cuando nunca sabemos lo que piensa nadie, solamente lo conjeturamos de acuerdo a lo que hace y quiere decirnos quien ha convivido al lado nuestro toda la vida, la biografía de la mujer que se enfrentó al mundo en medio de la guerra revolucionaria, cuando la diversidad sexual no se mencionaba siquiera, refleja a una mujerona bragada y aguerrida indiscutiblemente, no obstante lo parcial que pudiesen ser sus biógrafos espontáneos.

María de la Luz Flores Aceves nació en Guadalajara en 1906. Huérfana de padre, su padrastro no mejoró la situación económica desastrosa y posiblemente abusó de la niña. A sus 13 años de edad, fue a cantar a una carpa al lado de la comediante Amelia Wilhelmi. Su tierna voz prometía. El padrastro mudó a su familia a la colonia Morelos del DF, Lucha desempeñó el ofició de fichera en el cabaret Salón Rojo, donde le rompió una silla en la cabeza a un militar de alto rango. La bola  revolucionaria había terminado oficialmente; le siguió el magnicidio del Presidente Carranza en 1920 seguido por la convulsión nacional de ocasión, Lucha entonces se fue de gira a Estados Unidos con consecuencias desastrosas, regresó de aventón y se unió en matrimonio a Javier Navarro, a quien abandonó sin antes haberle propiciado a Lucha tremenda tunda definitiva.

En 1928 ya era solista después de separarse del Trío Garnica, el año siguiente fue su mejor etapa y, aún con la informalidad que la caracterizaba debido a su abuso de tequila, el anuncio de su presentación aseguraba un lleno completo. El año siguiente estuvo en Europa estudiando ópera, llegó a hablar alemán, se dice. A su regreso contrajo un virus desconocido que le afectó la garganta. Siguieron meses de tratamientos inútiles. Ya rehabilitada descubrió que su voz de soprano había cambiado a contralto. Con singular astucia, decidió rasguear su nueva voz así imprimiéndole un sello único y discurrió que su mariachi tocara trompeta, desde entonces indispensable en estos grupos musicales. En 1930, reapareció en el teatro Politeama a reventar. Se integró al contingente de artistas y compositores en vías de consagrarse por mi XEW, no obstante que su botella de tequila en mano para darle sorbos y así "calentar la garganta" no le ayudaba en su carrera, podía dejar plantado a cualquiera, incluso, al presidente Roosevelt de EU, Lucha no asistió a amenizar la ceremonia en la Casa Blanca a la que había sido convocada.

"Yo me muero donde yo quiera", manifestaba Lucha Reyes y lo cumplió a la letra con una sobredosis de barbitúricos y tequila en su recámara. Sólo queda pendiente de cerrar la pregunta: ¿Por qué murió el icono Lucha Reyes cuando falleció la que le diera vida a la canción vernácula mexicana, de creatividad irreproducible en otros litorales? Acervo cultural que con talento nato nos pintan de cuerpo entero a los mexicanos que memorizábamos y entonábamos con ánimo nacionalista en toda ocasión propicia dentro y fuera del país. El que mucho pierde es que mucho ha tenido. Mi zócalo con su iluminación navideña para admirarla tranquilamente chicos y grandes; mi Chaputepec con su trenecito que regresaba a la estacioncita de ferrocarril tras circundar el zoológico; mi Xochimilco y sus paseos en chinampa en noches de luna llena; mi XEW vuelta entretenimiento del automovilista solitario sometido al amo rating de la radiodifusora.


Adiós a la canción "Por una mujer ladina perdí la tranquilidad (...) como no tenía concencia y era una mala mujer, se piró con su querencia para nunca jamás volver" y a "Cuando paso por tu casa compro pan y voy comiendo, pa´ que no diga tu madre que de hambre me voy cayendo", y como iba "Aquella que va río abajo se llama Panchita (...) platica con los rancheros la prieta canija, y entre ellos parece pila de agua bendita"  la mera verdad es que ya se me olvidó a mí también. En cambio, tengo presente mi ida a la Catedral metropolitana en febrero último a las 8 de la noche en ocasión de la boda de mi nieta; al terminarse la ceremonia religiosa y ya totalmente aterida de frío, me  vi precisada a transportarme hacia el salón del banquete en un remolque improvisado inspirado en el modelo de carretas desvencijadas, tirado por una bicicleta cuyo conductor padece adicción a chocar automóviles grandotes de los mexicanos broncos a su paso; este es el nuevo transporte de alquiler en mi Centro Histórico de la que fuera la Ciudad de los Palacios. 

http://www.youtube.com/watch?v=RulMyzh2gNk