Por qué, para qué, de parte de quién
todos me preguntan, ¿cómo te sientes? Inmediatamente me dan ganas de ahorcar al
preguntón que se dispone a escudriñar mis emociones sin mi autorización y, para
acabarla de amolar, esperan que mi respuesta sincera sea mínimo, "no quepo
de felicidad". Pero cómo poner en palabras la vorágine de emociones en mi
primer día libre después de un año y medio convertido en instantes que nunca
acaban de pasar. Ya perdí forma, por más que corrí a todos con cajas
destempladas no se larga nadie, todavía ahí están abajo todas esas buenas almas
esperándome a que acabe de bañarme para decirme, "pobre de ti" arrojado
a mi regazo cual tarántula, para sentirse bien ellos y yo peor. Cualquier cosa
antes de dar lástimas. A lo mejor con mi léxico enriquecido en este año y medio
me los sacudo. Ni aunque quisiera, ni cómo explicarles lo inexplicable hasta
para mí misma, en la cárcel sané de hipocresía.
Ahora sumergida en mi baño de tina
que tanto extrañaba me siento inmune al remolino de ideas confusas que me
traigo. No salgo de mi pasmo y asombro, la realidad que veo y toco no es un
sueño con otro despertar a la pesadilla tras las rejas. Esta incredulidad
devora mi confianza, no vuelvo a creer en nada ni en nadie. Mi vergüenza está
ligada a todas mis emociones, la ira la llevo conmigo, no encontraría desquite
incendiando el mundo entero, mis resentimientos no me caben en el pecho. Tengo
miedo, mucho miedo, miedo al mañana, miedo de mi hijita con madre ex convicta
enfrentada al qué dirán durante el resto de sus días, me da miedo hasta escupir
en la banqueta, no sea que se haya vuelto delito y el policía de punto me
arreste, tengo temor de que mi miedo a sentir miedo me aprisione tras las rejas
de mi mente.
¿Cómo empezó todo? Tiempo de sobra he
tenido pensando la forma en que las cosas podrían haber sido diferentes, estoy
convencida de que me faltó la malicia necesaria al ascenderme Mr. Fisher a
Directora de la compañía y registrar mi firma en los bancos, pero cómo
sospechar que el canalla planeaba que yo fuera la responsable del fraude que él
cometió y se llevó de corbata a los inversionistas... Ya no quiero pensar más
en eso, la libertad debe acompañarse del pensamiento ... ¡nada ni nadie me lo
impide!
Tengo que capturar esos momentos de
mi dicha plena al lado de Augusto, tan inmensa, que no me importaba lo que me
pasaría el resto de mi vida. Pero… ese pasado lejano tan mío, lo tengo tan
borroso. En esos atardeceres bajo la higuera del jardín en la casa solariega de
su abuela, ¿qué nos decíamos? No me acuerdo bien a bien. Creo que Augusto
comenzó a arrobarme con sus conocimientos de los griegos clásicos que me
transportaban al Partenón como si estuviera viendo los frisos de Fidias, o con
su explicación del Art Nouveau, y del
Chac-Mool del inglés Henry Moore, o su síntesis del arte moderno en su versión
particular mexicana, o, simplemente, relatándome su vida errante en Nueva York
hasta regresar a México hecho un bailarín consumado y dedicarse de lleno a un
bloque de piedra vuelto obra de arte en sus manos.
Escapa a las trampas de mi mente esa
estatua mía en piedra que cinceló con tanto amor, epílogo mudo de cuando él y
yo nos encerrábamos en esa buhardilla que él llamaba taller, hasta revelarme
desnuda en esa mujer gigantesca con dos cántaros de agua recargados en mi
cintura abrazándolos, más que sosteniéndolos, para que siempre manara el agua
cristalina de la fuente a sus pies. En ese éxtasis desaparecía el universo con
su pasado y su futuro, sólo él y yo existíamos entregándonos mutuamente al
unísono en un mismo instante en el que el tiempo se detenía, libres de toda
sombra y pensamiento que no fuera ese momento de la plenitud y el sentido de
haber nacido. Eso lo recuerdo detalladamente, pero no capturo su intensidad
sino como en una escena de una película muda, ¿tendré mis emociones
petrificadas también? A lo mejor no todo está perdido, me reanima que mi
juventud petrificada permanecerá en la fuente a pesar de la Liga de la Moral y
la Decencia, a pesar de que la esposa del Presidente Manuel Ávila Camacho le
puso calzones a la Diana Cazadora de la Avenida Reforma y a mí también y con el
cambio de gobierno se modificó la orden, como suele suceder sexenalmente.
¿Quién iba a decir que Augusto luego haría monumentales
estatuas patrioteras apegado al nuevo arte que se impuso de simplificar las
líneas con un distintivo sello mexicano como mi estatua? A lo mejor las nubes
de polvo que respiró al esculpir esos monolitos le provocaron su tuberculosis.
¿Por qué no me la contagiaría? Qué angustia tuvimos los dos antes de estar
seguros. ¿Hace cuánto que murió en esa cabaña perdida en las nieves de la
sierra de Durango? Un siglo. Mil siglos, da igual.
¿Tuve más miedo cuando enviudé
física, mental y espiritualmente, que cuando entré a la cárcel? Es diferente.
Madre soltera dolida hasta el tuétano, con la Muñe de un año, en la calle de en
medio y repudiada hasta por mi ricota familia persignada no me sentía
impotente. Fui a tocar puertas hasta encontrar trabajo con Mr. Fisher. En
cambio, el horror a la prisión si me paralizó antes de poner un pie adentro.
Nadie puede estar más asustada que yo cuando pensé que mi papá y Checo no me
sacarían de esa cárcel inmunda, ni podría estar más aterrada que yo por
compartir mi celda con una que asesinó a su marido, las cosas tan terribles que
ella me contó de las celadoras me asustaron más que las que me contó de las
otras presas, no pegué los ojos quién sabe por cuánto tiempo antes de hacerse
mi mejor amiga y darnos ánimo por esos ruidos nocturnos y quejas que asustarían
a los locos de La Castañeda.
Ahora que voy a vivir con mi papá y
Checo, espero que se vuelvan igualmente desaprensivos hacia su anterior
consternación por la “oveja negra” desnuda para la posteridad como la de
"El Beso" de Rodin, y si no dejan de acosarme, me re-don-canso que
puedo escaparme de esta nueva reclusión imaginaria, y con toda MI libertad que
realmente tengo y puedo gozarla si me doy permiso, me salgo a las calles a
tocar puertas hasta encontrar chamba para emanciparme. Peeeroo si no me había
dado cuenta lo que envejecí, este espejote de mi mamá siempre quise hacerlo
añicos, mañana mismo me pinto el pelo de negro piano y, luego, averiguaré si me
curé de espanto como me instruyó la reclusa acusada de ser bruja profesional. A
los preguntones reunidos aquí abajo, más les vale que me esperen sentados hasta
cuando yo despierte... MAÑANA, sintiéndome la princesa de Kapurthala recostada
en suaves almohadones sobre esta mullida cama en la que me voy a echar un
clavado ahorita mismo.
